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Cheesecake vegano de limón y jengibre

Antes de hablar sobre esta receta, quería hacer un pequeño ejercicio introspectivo; una reflexión acerca de los últimos cambios que han habido últimamente en mi vida que, de una forma u otra, han afectado al número de veces que publico una receta (tanto aquí como en instagram) e incluso a las ganas con las que lo hago. A los que no os apetezca leer esto (que lo entiendo) podéis ir directamente más abajo a por la receta. Pero necesito poner en palabras lo que me pasa por la mente: es catártico y un magnífico ejercicio.

Para mí, la decisión de mudarme de país no fue especialmente difícil. A mi familia sé que siempre la tendré ahí, lo mismo que a mis amigos de verdad (valga decir que más de la mitad viven también en otro país). Referente al trabajo, no tenía nada muy estable ni que me gustase especialmente. Y en lo que concierne al amor... bueno, por eso me mudé. Después de estar muchos meses echando de menos, sufriendo ausencias más que disfrutando presencias y haciendo skype cada noche, supe que había llegado el momento de hacer un cambio. Así que lo hice. Los cambios nunca me han asustado, porque de ahí siempre salen grandes cosas. No todas serán buenas, pero el aprendizaje que te llevas no tiene precio.

En cambio, he de admitir que al llegar a Suiza, sí que tuve más dificultades. El proceso adaptativo siempre lleva tiempo, esfuerzo y paciencia. Y bueno, la paciencia no es una de mis cualidades. Pero siempre hay que recordar el objetivo, el motivo por el que has tomado esa decisión. Y hay que aferrarse a ello cuando las fuerzas flaquean. Ahora puedo ver a mi pareja cuando quiera. En 40 minutos me planto en su casa (no, no estamos viviendo juntos por el momento). Y eso es maravilloso. Pero hay cosas que no me gustan: no me gusta mi trabajo (estoy cuidando a niños, lo más sencillo y rápido que pude conseguir). No me gusta el idioma (lo siento, el suizo alemán no es lo mío). Vengo de un sitio donde el desparpajo y el carisma se ve por todos lados, y aquí la mayoría de la gente es más fría. Al igual que el clima. Y los precios... permitidme ser vulgar: me cago en la leche con los precios. En Suiza, o cobras un buen sueldo o te tienes que alimentar sólo de pan. Este es uno de los motivos por los que he publicado menos. Si no puedo comprar todos los ingredientes que necesito, cómo voy a cocinar y a hacer fotos y a crear nuevas recetas? Pero bueno, eso poco a poco.

Otro de los motivos que han dificultado mi motivación a la hora de estar más activa con 'Sweet Fit Heart' es la falta de tiempo y sí, la falta de ganas en general por haber ganado algo buenísimo en mi vida, que es estar más cerca de la persona que amo, pero a la vez haber perdido un poco algo muy preciado: mi libertad en ciertos aspectos. No en lo que a la pareja se refiere, ni mucho menos, sino más bien al hecho de estar viviendo con una familia que no es la mía y de no disponer mi propio espacio. Eso es... buf. Pero como dice mi madre: nadie dijo que fuera fácil. Y no lo es, pero vale la pena por cada día que me despierto y recibo un mensaje de mi pareja diciéndome: esta noche tenemos una cena en casa de tal. Ahora ya no tengo que vivir esas cenas desde Barcelona, imaginándome lo bien que deben estar pasándoselo y deseando estar ahí. Ahora estoy, en presencia, en esencia y convencida de que el sacrificio que he hecho lo he hecho por algo (alguien) que vale infinitamente la pena.

Y hecho este súper mega rollo larguísimo, qué os parece si pasamos a hablar del cheesecake vegano? Está ABSOLUTAMENTE DELICIOSO. Os lo juro. La combinación es algo rara; igual no es lo primero que te vendría a la mente cuando piensas en un cheesecake. Pero os prometo (y ya sabéis que yo no os miento) que vale la pena cada ingrediente. Vayamos al lío con la receta! Los ingredientes tienen que estar a temperatura ambiente y antes de consumirse, la tarta debe dejarse unos 15 minutos fuera del congelador.

INGREDIENTES (para un pastel normalito o 3 o 4 tartaletas)

Para la base:

  • 3/4 cup de frutos secos

  • 1 dátil medjool o 4 de los normales

  • 1 cucharada de aceite de coco derretido

  • 1 cucharada de semillas de chía

  • 1 cucharada de jarabe de arce o sirope de arroz

Para el relleno:

  • 3/4 cup de anacardos, remojados durante la noche y escurridos

  • 5 cucharadas de zumo de limón natural

  • la ralladura de 1 limón

  • 3 cucharadas de jarabe de arce o sirope de arroz

  • 2 cucharadas de aceite de coco derretido

  • 1 cucharadita de jengibre en polvo

  • 1 cucharadita de esencia de vainilla

  • 1/4 cucharadita de cúrcuma

  • 1 cucharada de semillas de chía

  1. Para la base, mezclamos todos los ingredientes menos el jarabe de arce en un buen procesador de alimentos hasta que se forme una pasta quebradiza. A continuación añadimos el jarabe de arce, volvemos a mezclar y si queremos reservamos un poco de masa para hacer bolitas decorativas. Disponemos la base en un molde grande o moldes para tartaletas, presionamos bien con los dedos y guardamos en el congelador mientras hacemos el relleno.

  2. Para el relleno, batimos todos los ingredientes menos las semillas de chía hasta que quede una mezcla homogénea. A continuación añadimos la chía y batimos muy poquito, sólo para que algunas semillas queden algo trituradas y las otras enteras.

  3. Ponemos el relleno dentro del molde o moldes y congelamos durante mínimo 5 horas.

  4. Antes de servir, dejar reposar 15 minutos a temperatura ambiente y decorad con limón o las bolitas de masa que habíamos reservado previamente.

  5. Si os sobra pastel, de vuelta al congelador!

Qué os parece? A mí estos cheesecakes veganos me vuelven loca, y fueron todo un descubrimiento para mí. Espero de corazón que os guste y si lo probáis ya me contaréis qué tal! Gracias por leerme y por estar aquí. (L)

Con amor,

Laura

Fuente: unconventionalbaker.com

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